martes, 22 de marzo de 2011

Según María Elena

Me escribía siempre las ies cursivas demasiado largas, el punto fuera de lugar, en la próxima letra. ¿Alguna vez en la anterior? No, sí, alguna vez en la anterior, sí. No había manera de hacerle entender el sujeto y el predicado, me miraba desorientado, no como Anita o Fabricio, que les costaba todo, matemática, geografía, todo, pero preguntaban y yo iba y les explicaba, éste se quedaba callado, era imposible. ¿Tan difícil era? Qué cosa... No, pero aparte se me sentaba adelante y no dejaba de mirarme, no es que fuera malo, pobrecito, se vestía un poco desprolijo nomás, te digo más de una vez vino a la escuela con unos zapatos sin suela... nunca se supo qué pasó con las suelas, ni los padres... pero me atrasaba a Cristinita, o a veces a Pablo, porque Cristinita se hartaba y lo acusaba, porque también la miraba como me miraba a mí, desorientado, pero yo no podía hacer nada, porque no hacía nada, y entonces tenía que sentarle al lado a Pablo. ¿Pobrecita la nena no? No, pero además ella era la que siempre colaboraba con la clase, pasaba al frente, y con él nunca se podía hacer nada, lo llamaba y venía sin chistar, pero después se quedaba callado y me miraba, hasta que le tenía que decir que vuelva a su pupitre y que me alcance el cuaderno para otra notita, otra más... tenía más notitas que ejercicios de matemática... ¿Y los padres? Qué irresponsables. No, qué se puede decir: los llamábamos, la directora y yo, a veces, la psicopedagoga, pero ellos no sabían qué hacer con él, se les iba de las manos, lo habían llevado a la psicóloga pero lo único que hacen es echarle la culpa a la madre... El colmo, pero ojo, o sino al padre, o a la Institución Educativa, de no creer... No, es verdad, a veces a la Escuela también, pero hay que ser más prácticos, si me dejaran hacer las cosas como yo quisiera, si podría, pero así están las cosas... Qué terrible, ¿no? No, terrible. Terrible.
 
 
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